KOA / Los Tres Escritores
LOS TRES ESCRITORES
El Desenlace Nunca Publicado
texto y fotos por KOA / METROPOLITAN PRESS
para Upper Egypt Series Zine
Era viernes por la noche y hacía frío como siempre, pero esta vez era más crudo que otras veces. Se respiraba en el ambiente algo diferente, indefinible. Cerré la mochila, introduje hasta el último bote que quedaba, el boceto arrugado y un bocadillo duro completaban el equipaje. Al salir a la calle y sentir el viento helado, me estremecí y varios pensamientos cruzaron mi mente. El deseo irrefrenable de hacerlo y en contrapartida el miedo a ser atrapado, formaban una mágica sensación.
Caminé por la calle apagada y mojada. Pocos coches y poca luz, torcí la esquina y allí estaba. Era un muchacho de estatura mediana, pelo largo y negro, con expresión de desconfianza, abrigado y encogido por el frío. Me esperaba abrazado a su viejo macuto, bajo la luz de una pequeña farola. Al llegar a su altura me esperaban un apretón de manos y su agradable sonrisa. Miramos el reloj y apretamos el paso, para acabar corriendo, en eso Cam mi amigo, era el mejor.
Al llegar a la estación ya no había revisores y una mujer manejaba afanosa la escoba. Bajamos apresuradamente las escaleras y tomamos aquel gris tren, el último. Un largo recorrido nos esperaba. Cam, dormía haciendo uso de su virtud de hacerlo dónde y cuándo le placía. Yo por mi parte me acomodé en el asiento y comencé a pensar. Pensé en lo pobre que era y pensé que algún día necesitaría más de lo que tenía entonces… pero de repente un sórdido ruido me hizo volver a la realidad. El tren llegaba al final del trayecto: la estación del Norte. Las puertas se abrieron y del convoy apenas descendieron seis o siete personas, que se movían vagamente hacia la salida. Me pregunté si algún día yo sería así y creí que estaba mejor ahora. Nos sentamos en el andén y como todos los días esperamos a que José saliese del túnel. Nuestros ojos miraban fijamente hacia la boca oscura sin resultado cuando, de pronto, alguien tocó mi hombro. Era un policía, el último. Era un hombre amable y nos invitó a salir porque cerraban. Cam y yo, tuvimos que salir de la estación, pero una preocupación nos invadía… ¿Dónde estaba José? Él nunca había fallado.
José era el tercer miembro del grupo. Era más pobre que Cam y yo juntos. No tenía casa y vivía en una fría habitación olvidada por los obreros de los túneles. Le llevábamos algo de comida y con lo que él conseguía, iba tirando. Vendía cosas que encontraba por la calle y lograba sacar unos dólares. José nunca fallaba, era muy raro que no hubiese aparecido. No obstante, Cam y yo seguimos adelante, nuestro destino no era muy lejano: el depósito de trenes del norte. Volvimos a la calle y no miramos hacia atrás. Las rejas de la estación subterránea se cerraron. Caminamos juntos un par de kilómetros allí donde la ciudad terminaba. Y allí estaban aquellas moles de hierro, oscuras e impasibles. Ellos, los trenes, nos esperaban ansiosos. Eran nuestros amigos.
Saltamos un pequeño muro y allí estábamos. No había luna y debíamos tener cuidado para no caer. A lo lejos una pequeña luz, era la caseta del vigilante. No saldría a hacer la ronda. Hacía demasiado frío. También para nosotros, mis manos estaban congeladas. Dejamos las mochilas en el suelo embarrado y de la mía saqué un bote enorme de pintura. Cam y yo nos miramos. Estaba sucediendo de nuevo… pintar un tren. Un largo trazo marcaba el contorno.
De repente un sonido extraño, unos pasos que avanzaban sigilosos. Me giré y Cam ya no estaba, así que me abalancé bajo las ruedas del tren. Una silueta siniestra y enjuta se detuvo ante mí y una fuerte luz cegó mis ojos. En un segundo, la magia de sensaciones se transformó en una sola: ¡terror! Me habían cogido. ¿Y Cam? Pensé que no me dejaría atrapar, y en ese momento la luz de la linterna se apagó.
Una siniestra silueta se erguía ante mí, y yo no podía articular palabra. –Estás acojonado, ¿verdad? -dijo el extraño de pronto. Me quede helado, inmóvil.
-Venga levanta soy José.
De repente el estómago me dio un vuelco y suspiré profundamente. Que susto me había dado. Me levanté y le pregunté a José por qué no había acudido a tiempo a la cita.
–Había trabajadores en los túneles y no pude salir contesto.
Nos pusimos en marcha. El objetivo ahora era encontrar a Cam que seguramente seguía por la zona. Era difícil caminar por la oscuridad y decidimos parar. Cinco minutos después Cam pasó por nuestro lado sin darse cuenta, y también se arreó un susto de muerte. Ya estábamos juntos y nada podía pararnos.
Elegimos un convoy y pusimos las latas en el suelo. Cubrimos dos vagones por debajo de las ventanas y nos quedamos a gusto. Era emocionante mirar a tu lado y ver a tus amigos inmersos en el trabajo. No hubo ni el más mínimo problema. Cuando terminamos nos pusimos a dormir en un escondite que conocíamos y cuando se hizo de día, Cam descendió al pie del tren y lo fotografío. Hizo muchas fotos, a él le gustaba eso. Después cada uno se fue a su casa, teníamos hambre y sed. Lo mejor de llegar a casa después de pintar un tren es beberse un buen vaso de leche. Mi madre todavía dormía y entré sin hacer ruido. En mi habitación me dediqué a ordenar toda la ropa que había en el suelo, más que nada para evitar la bronca de mi madre. Eran ya las once y decidí bajar a la calle. Me dirigí al banco donde se reunían los escritores. Era peligroso pero era el único modo de contactar con gente de toda la ciudad. La policía solía tener vigilados los puntos de reunión, por eso tenías que ir con cuidado de no llevar las manos sucias, ni llevar esbozos con tu nombre. Al llegar allí, no había nadie. Era extraño, así que me senté en otro banco y observé. Cada cinco minutos pasaba un tren, pero con poca gente. Era domingo y los domingos por la mañana la gente dormía. Al otro lado del andén había un tipo sospechoso que no me quitaba el ojo de encima. De repente, otro hombre se sentó a mi lado y me dijo:
-¿Qué, a ver las pintaditas de los trenes? Ándate con cuidado porque os tengo a todos fichados ¿De acuerdo? Me levanté y el tipo que había al otro lado también lo hizo. Había oído muchas historias acerca de tíos que propinaban palizas a los escritores para que dejaran de pintar, así que no me quede para comprobar si eran ciertas. Me lancé a la vía, y los dos hombres comenzaron a gritarme y a insultarme. Levante mi dedo desafiante, y comencé a correr por las vías hasta que llegué a la siguiente estación. Estaba abandonada y desde allí llegué a la calle. La verdad, es que cada vez el asunto se estaba poniendo más difícil. Decidí ir a casa de Cam para contárselo. Al llegar allí, había un grupo de gente chunga. Era la banda del Escorpión, gente que te pega sin más, así que decidí volver a casa. Nueva Cork estaba cada día más salvaje pensé.
Al llegar a casa había un montón de gente fuera y un coche de policía. Pensé lo peor.
Actúe con cautela. Podían estar buscándome a mí. Fui por la parte de atrás sin ser visto y me colé en la casa por una ventana. Escuché tras la puerta, y pude ver a mi madre. Hablaba con un hombre de unos cincuenta años alto y corpulento. Enseguida le reconocí. Era McTowell, uno de los sargentos más conocidos de la policía de tránsito. Era famoso entre los escritores por su dureza. Me vi acabado. La policía estaba en mi casa. A escondidas logré subir a mi habitación y apenas metí algo de ropa en mi macuto y, por supuesto, mis latas. Me escurrí como gato por la cornisa. Lo tenía muy claro, tenía que desaparecer. Pasaron por mi mente lugares donde acudir y se me ocurrió ir a la vieja fábrica. Era un lugar donde a veces montábamos fiestas y por ahora sería un lugar seguro.
Cuando llegué, era casi de noche y, la verdad, es que daba un poco de miedo. Subí a la cuarta planta, y allí me encontré con una figura fantasmal que me observaba. Era Sam un vagabundo que vivía allí. Me preguntó que qué hacía allí.
–Voy a pasar la noche si no te molesta -le respondí. Pensé que no debía contarle nada. Creí que sería en vano. Ya era completamente de noche y Sam ya dormía en un pequeño camastro que él mismo se había construido. Eran ya las dos de la madrugada cuando decidí cambiar de escondite.
– Adiós Sam- murmuré. No obtuve respuesta, solo unos ronquidos. Alcancé el descampado iluminado parcialmente por la luna y me dirigí hacía mi segunda casa, la red del metro. Un par de vallas y me introduje por nuestro boquete secreto. Me encontré en el interior de la estación de “Home Ville”. Avancé por las vías y me adentré en el oscuro túnel. En un punto exacto, ya conocido, golpeé unas tablas viejas y unos segundos después se abría una hendidura en el suelo y apareció un rostro sorprendido, José.
-¿Qué haces aquí? -me dijo medio dormido.
-No preguntes y déjame entrar.
Descendimos por una pequeña escalera y ya nos encontrábamos en la habitación de José. Un habitáculo olvidado desde hacía muchos años. A pesar de todo resultaba acogedor. En una de las paredes había unos estantes llenos de botes de pintura, la mayoría vacíos, algunas fotografías y un calendario. Dos sillas, una mesa, un catre y poco más, completaban el cuadro, casi siempre en la penumbra, menos cuando José se dignaba encender la bombilla.
-José, tengo problemas- le conté
-Puedes quedarte un tiempo si quieres - dijo complacido José.
Era justo lo que esperaba que dijera.
-Y además, ahora te diré lo que haremos- me dijo exultante.
-¿A dónde vamos? Le pregunte.
-Calla y sígueme- me contesto.
Trepamos por la escalera y salimos de nuevo al túnel. Caminábamos por unas bifurcaciones y llegamos hasta un pequeño apartadero, donde tan solo había un par de convoys. Llegamos hasta uno de los trenes y José subió a la cabina del conductor y no sé como, puso los transformadores en marcha. Las luces de todo el tren se encendieron y un zumbido que me resultaba familiar invadió el apartadero.
-¿Pero tú te has vuelto loco o que? Van a oírnos.
-Calla de una vez y sube- gritó José-
No sé porqué le hice caso y, por si fuera poco, comenzó a mover el tren. En unos segundos el tren estaba en movimiento. José se había vuelto majareta. El tren avanzaba cada vez más rápido y José reía a carcajadas, descubriendo un lado oculto de su personalidad. ¿No pensaba detener el tren? Este avanzaba cada vez más veloz. Cuando rebasamos la primera estación, ya a gran velocidad, de reojo pude ver un policía saltando y gritando en el andén. Desde luego nos habíamos metido en un buen lío.
-¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?- le pregunté enfadado.
-Confía en mí, llevo preparando esto durante semanas - contestó.
Detuvo el tren en un tramo de vía que daba al aire libre en medio de una gran explanada.
-Ahora vamos a pintarlo- soltó.
El asunto empezaba a divertirme, el tío sabía lo que hacía. Sin duda era una pena que Cam no estuviese. En media hora ya habíamos acabado y fue entonces cuando un potente foco nos iluminó desde el cielo. Era un helicóptero de la policía. Comenzamos a correr y, detrás de unos arbustos, José se introdujo por un boquete. Y yo detrás de él. Sin duda lo tenía todo planeado.
-Mañana hablarán de nosotros en la tele ¿Eh? – Reía José. No le contesté. Todavía estaba demasiado alucinado mientras corríamos por las cloacas. Una docena de pasadizos y ya estábamos en la casa de mi amigo. Entre respiraciones entrecortadas, a duras penas reíamos de excitación.
-No veas la que tenías preparada, capullo. Le sonreí.
Unos minutos después estábamos durmiendo. Al despertar, me sentí desorientado. Era mi primera noche fuera del mundo exterior, y no había luz alguna que indicara que el sol hubiese salido, miré mi reloj y este marcaba las siete de la mañana. José continuaba durmiendo. Entonces sonó la contraseña en el techo de la habitación. No podía ser otro que Cam. Subí a abrir y bajamos los dos.
-¿Qué haces aquí? -le pregunté.
-¿Y tú? ¿Oye os habéis enterado? Alguien robo un tren anoche y luego lo pintó. Ha salido en todas las noticias.
-Lo sé, fuimos nosotros- le dije.
A todo esto, José abrió los ojos.
-¿Cómo que vosotros?- preguntó Cam sorprendido.
-Sí, fuimos nosotros. José lo tenía todo planeado y sucedió- le dije.
La cara de Cam cambió y un gesto de disgusto se apoderó de ella. Sin duda a Cam le hubiera gustado estar allí. En el refugio no había televisión, así que nos dispusimos a salir del túnel para ir al bar de la estación. Seguro que veríamos algo.
Esperamos a que acabase de pasar el tren y entonces comenzamos a caminar por las vías, sin correr, pero ágiles porque el siguiente tren no tardaría. Sólo ascender por las escalerillas ya estábamos en el andén de reparación; traspasar una puerta y pasar por el andén general. Siempre vigilando que nadie nos viese salir, claro. Al llegar al bar, este presentaba una imagen cotidiana. Las mesas llenas de gente que se dirigía a su trabajo y se permitía el lujo de parar diez minutos para morder un donut y beberse un café con leche caliente. También algún mecánico del metro, sucio y grasiento. Estos solían, ya de buena mañana, hacerse con un gran bocadillo de tortilla y una cerveza. Contrastaban, en efecto, con la gente que se dirigía a sus oficinas, madalenas vs. chorizo.
Encima de un estante, la televisión. Estaban dando el telediario de la mañana, y mientras esperábamos que saliese nuestra hazaña, nos sentamos en una mesa que quedaba libre. El camarero nos miró y nos preguntó que queríamos tomar. Nos miramos y yo dije:
- Un café con leche, por favor.
- ¿Y vosotros?
- Nosotros beberemos del suyo- dijo Cam, avergonzado.
El camarero, extrañado, se dirigió a la cafetera murmurando entre dientes.
-Mira ahora- gritó José señalando la TV.
Una imagen increíble por TV. Una imagen aérea del tren tomada desde un helicóptero. Un foco potente iluminando unas figuritas humanas que corrían despavoridas. Éramos nosotros. No pude evitar una carcajada de satisfacción.
- José, ¿Has visto eso? -. Pero éste ni siquiera estaba mirando la TV, tenía los ojos clavados en... en una chica.
Durante unos segundos, se miraron mutuamente hasta que José despertó gracias al codazo que le propiné.
- Vámonos, ya hemos visto suficiente les dije -. Salimos del bar y José miró hacia atrás para ver por última vez aquella chica. Ella también le miró, esta vez con tristeza. Creo que José se había enamorado, y lo peor era que se había enamorado de algo que pertenecía al exterior. Cuando llegamos al refugio, José estaba cambiado.
- Debes olvidarla - le dije.
- Nosotros ya no somos como ellos - apuntaló Cam.
NADA SERÍA YA IGUAL.
Un día cualquiera 3.00 AM
Los tres vivíamos desde hacía tiempo bajo tierra, sin importarnos aparentemente lo que sucediera en el exterior… ¿Para que? Mis dos compañeros dormían plácidamente y yo no tenía sueño. La verdad es que me apetecía hacer algo, así que preparé mi mochila y salí del refugio con sigilo, para no despertarles.
Al salir del túnel, noté una corriente de aire frío que acabó de despejarme, así que me puse en marcha caminando por las vías y mirando al suelo con el que horas después soñaría al cerrar los ojos. Listones y piedras, listones y piedras, oscuridad y humedad. A veces me preocupaba que todo esto comenzara a ser normal. No sé, pensaba que tal vez debería llevar una vida convencional, como los demás. Ir al colegio, ir a la playa, tomar el sol. Supongo que a veces me debilitaba pensarlo, pero cuando más sumido estaba en mis reflexiones mi vista alcanzaba los trenes silenciosos y quietos.
Y creedme, ya no pensaba en otra cosa. Silenciosos y quietos. Esa era la descripción de mis trenes. Esa vez toda la cochera estaba en la más completa oscuridad, así que no me fue difícil moverme. Pero, de repente, los fluorescentes del túnel comenzaron a parpadear y en un momento todo estaba encendido, iluminado. El peligro lo podía oler, estaba atrapado, interceptado, muerto… NO, no podía permitirlo. Me moví deprisa. Más deprisa que cualquier empleado o policía del mundo. Atrás, muy atrás quedaron las luces y los ruidos. Llegué hasta un viejo tren arrinconado.
Tras él, piedra viva, rocosa, el final del túnel. Delante la luz, detrás la pared. Subí al viejo convoy y me asomé por una de sus ventanas. Efectivamente, había movimiento y podía escuchar a lo lejos el ruido que algún policía hacía al pasar de vagón en vagón. Tuve una última idea. Los viejos asientos de madera se levantaban, dejando un pequeño compartimiento al descubierto. La única opción, me metí dentro y cerré el asiento. Espera… NO… ¡¡¡Crac!!! El asiento se cerró conmigo dentro…¡¡¡mierda!!! ¡¡Me quedé encerrado bajo el asiento!! Afuera ya no se oía nada. Estaba encajado a oscuras, no podía moverme. Si respirar, ya que había ranuras en el asiento. Hice fuerza hacia arriba. Di fuertes golpes con todo el cuerpo haciéndome daño ¡¡Mierda!! Cómo pudo pasarme esto a mí… Un muerto en las entrañas de un tren muerto, en una vía muerta de un túnel muerto. La única palabra que vino a mi mente…. MUERTE.
[CONTINUARÁ]
THREE WRITERS
The Never Ending Published
words and photos by KOA / METROPOLITAN PRESS
for Upper Egypt Series Zine
It was Friday night and was cold as usual, but this time it was more raw than other times. There's something different in the environment, indefinable. I closed the bag, I introduced until the last boat left, the sketch and a crumpled sandwich completed hard luggage. To go outside and feel the icy wind, I shuddered and several thoughts crossed my mind. The desire to do so and in return the fear of being trapped, forming a magical feeling.
I walked off the street and wet. Few cars and poorly lit, twisted the corner and there it was. He was a boy of medium height, long hair and black, with an expression of distrust, sheltered from the cold and shrunk. I was expecting his old Macuto embraced under the light of a small lamp. When you reach the height I had hoped for a handshake and friendly smile. We watched the clock and be stepped up to finish running, in that my friend Cam, was the best.
Arriving at the station and had not managed authors and a woman tries the broom. Rushed down the stairs and take that train gray, the last. A long journey ahead. Cam, using their sleeping under where and when you do placía. I for my part, I fit into the seat and began to think. I thought it was poor and I thought that one day would take more than what I had ... but then all of a sudden noise made me a sordid back to reality. The train reached the end of the line: North Station. The doors were opened and the convoy just dropped six or seven people who moved vaguely toward the exit. I wondered if I would some day like this and I thought it was better now. We sat on the platform every day and hope to Jose leaving the tunnel. Our eyes looked directly into the mouth with dark result when, suddenly, someone touched my shoulder. He was a policeman, the last. It was a nice man and invited us to leave because they were closing. Cam and I had to leave the station, but a concern we invaded ... Where was Joseph? He had never failed.
Joseph was the third member of the group. Was poorer than Cam and I together. I had no home and lived in a cold room overlooked by workers in the tunnels. He carried some food and what he achieved, he was throwing. Selling things he found on the street and managed to get a few dollars. Joseph never failed, it was very rare that there were not. However, Cam and I move on, our destination was not far off the train depot in the north. We returned to the street and not look back. The gates were closed underground station. We walk together a couple of miles where the city ended. And there were those moles of iron, dark and impassive. They train, we waited anxiously. They were our friends.
Jumped a wall and there were small. There was no moon and we should be careful not to fall. In the distance a small light, was the stand of the vigilante. Would not make the round. Was too cold. Also for us, my hands were frozen. We left our backpacks in the muddy soil and mine took a huge pot of paint. Cam and I look. It was happening again ... painting a train. A long line marking the outline.
Suddenly a strange sound, they advanced a few steps secretive. Cam and I turned and I was not, so I jump under the wheels of the train. A skinny silhouette sinister and stopped before me and a strong light blinded my eyes. In a second, the magic of sensations are transformed into one: terror! I had been caught. What Cam? I thought I did not get leave, and then light the torch was extinguished.
A sinister figure stood before me, and I could not glean. -You acojonado, right? 'said the stranger suddenly. I was ice, motionless.
Come rose-am Joseph.
Suddenly his stomach gave me a roll and sigh deeply. I had that scare. I got up and asked Joe why he had come to no time for the event.
-Had worked in the tunnels and could not leave contesto.
We started running. The aim now was to find Cam certainly still in the area. It was difficult to walk on the dark and we decided to stop. Five minutes after Cam went through our side without realizing it, and also meaning a shock of death. We were together and nothing could stop us.
We chose a convoy and put the cans on the floor. We cover two cars below the windows and we were comfortable. It was exciting to watch next to you and your friends to see ourselves at work. There was not the slightest problem. When we finished we went to sleep on a hide-and we knew when it was day, Cam fell at the foot of the train and photography. He made many pictures, he liked that. After everyone went home, we were hungry and thirsty. The best thing about coming home after painting a train is a good drunk glass of milk. My mother still slept, and went without making noise. I devoted myself in my room to sort all the clothes they had on the floor, more than anything to avoid the anger of my mother. It was already eleven and decided to get off the street. I went to the bank where he met writers. It was dangerous but it was the only way to contact people from all over the city. The police used to have watched the meeting points, so you had to be careful not to dirty their hands, or carry your name with sketches. Upon arriving there, there was nobody. It was strange, so I sat on another bench and watched. Every five minutes a passing train, but with few people. It was Sunday and every Sunday morning people slept. On the other side of the platform had a guy that I suspect the eye away from it. Suddenly, another man sat next to me and told me:
- What, pintaditas to see the trains? Go with care because you have filed all right? I got up and the guy who was also on the other side did. I had heard many stories about guys that the writers gave beatings to stop painting and I did not stay to see if they were true. I set out to the track and the two men began to shout and insult. Challenging lift my finger, and started running through the channels until you reach the next station. Was abandoned and then got to the street. The truth is that every time the matter was being difficult. Decided to go home to tell of Cam. Upon arriving there, there was a group of people Chung. It was the banda of Scorpio, people with no more hits you, so I decided to go home. New York was ever more wild thought.
When we got home there was a lot of people outside a police car. I thought the worst.
Act with caution. They could be looking at me. I went through the back without being seen colleagues and I at home through a window. I heard behind the door, and saw my mother. I was talking to a man about fifty years of high and heavy. I recognized him right away. McTowell was one of the sergeants famous traffic police. It was popular with writers for his toughness. I finished. The police were at my house. A hidden able to upload to my room and just put some clothes on my Macuto, and of course my cans. Escurrí me like a cat on the ledge. What was clear, had to disappear. Went through my mind where to go and I did go to the old mill. It was a place where sometimes Montabes holidays and now would be a safe place.
When I arrived, it was almost night, and the truth is that was a little afraid. I got on the fourth floor, and there I met a ghostly figure that I noted. Sam was a drifter who lived there. I asked what was there.
-I will spend the night if you do not bother, I answered. I thought we should not tell anything. I thought it would be in vain. It was completely night and Sam and I slept in a small bed that he himself had built. It was already two in the morning when I decided to change his hiding place.
- Goodbye Sam whispered. I got no response, just snoring. I reached the clearing partially illuminated by the moon and I came to my second home, the metro network. A pair of fences and I was introduced by our secret hole. I ran inside the station, "Home City". Avancé me on the tracks and into the dark tunnel. In one spot, now known, hit a few old tables and a few seconds later there was a crack in the ground and a face appeared surprised Joseph.
- What are you doing here? I said half asleep.
Do not ask, and let me go.
Down a small staircase and we were in the room of Joseph. A carrier forgotten for many years. Despite everything was cozy. On one wall was a shelf filled with cans of paint, most empty, some photographs and a calendar. Two chairs, a table, a cot and some more, complete the picture, almost always in the shadows, when Joseph was less dignified turn the bulb.
Joseph-I-tell problems
-You can stay a while if you want - said José pleased.
It was just what I expected to read.
And besides, now we will tell you what I said exultant.
- Where are we going? Asked.
-Call-me, follow me contesto.
Climbed the stairs and went back to the tunnel. Walked for a few forks and come to a small-bys, where only a couple of convoys. We reach one of the trains and Joseph went up to the cab and do not know how to put the transformers in place. The lights on the train all lit up and a buzz that I was familiar invaded the sidings.
- But you've gone crazy or what? Will hear us.
Calla-ups once and cried Jose
I do not know why I took the case and, if this were not enough, the train began to move. Within seconds the train was in motion. Joseph had become mad. The train was moving faster and more laughter Jose laughed at, discovering a hidden side of his personality. Do not stop the thought train? This moving ever faster. When exceeded the first season, and at high speed, askance saw a cop jumping and shouting on the platform. Of course we had gotten into a mess.
- Do you realize what you're doing - I asked angrily.
-Trust me, I have been preparing this for weeks - he replied.
Stopped the train on a stretch of road that was open in the middle of a large esplanade.
Now let's paint-off.
The case began to amuse myself, the guy knew what he was doing. Undoubtedly it was a shame that Cam was not. In half an hour we had already finished and it was only when we focus a powerful illuminated from above. He was a police helicopter. And began to run behind some bushes, was introduced by José scuttled. And me behind him. No doubt I had it all planned.
Tomorrow, we talk about on TV Eh? - Joseph laughed. Not him. While still too haunted by the gutter run. A dozen passages and we were in the house of my friend. Interspersed between breaths, hardly laughed excitation.
-Do not see the one you had prepared, asshole. He smiled.
A few minutes later we were sleeping. Upon waking, I felt disoriented. It was my first night away from the world outside, and there was some light to indicate that the sun had left, I looked at my watch and marked the seven o'clock. Joseph continued sleeping. Then rang the password in the ceiling of the room. Could not be other than Cam. I got to open up and down both.
- What are you doing here? he asked.
- What about you? Hey have you heard? Someone stealing a train last night and then painted. Has been reported in all news.
-I know-we are told.
In the meantime, Joseph opened his eyes.
- How do you - Cam asked surprised.
Yes, we are. Jose had it all figured out and I said happened.
Cam's face changed and a gesture of disgust seized it. Cam probably would have liked to be there. In the shelter had no television, so we set out to exit the tunnel go to the bar of the station. Surely something would.
We look forward to emerging from the train and then began to walk along the tracks, without running, but agile as the next train did not take. Just climb the stairs we were on the platform of repair a door and pass through the platform overall. Always taking care that no one saw us go out, of course. When you reach the bar, this presented a picture everyday. Tables full of people heading to work and was allowed the luxury of stopping ten minutes for a bite a donut and drink coffee with hot milk. Also some of the mechanical meters, dirty and greasy. These were as good morning, a sandwich made with tortillas and a beer. Contrasted, in fact, the people who went to their offices, Madalena vs. sausage.
Over a shelf, the television. Were giving the news of the morning, and while we hoped that leave our feat, we sat at a table that was free. The waiter looked at us and asked us we wanted to take. We looked and I said:
- A coffee with milk, please.
- What about you?
- We drink yours, "said Cam, embarrassed.
The bartender, puzzled, went to the coffee muttering between your teeth.
Watch Now-Joseph cried pointing to the TV.
An incredible image on TV. An aerial image taken a train from a helicopter. A powerful source illuminating a human figurines were despavoridas. We were ourselves. I could not help a laugh of satisfaction.
- Joseph, Have you seen this? -. But it was not even watching TV, he was nailed in the eye ... in a girl.
For a few seconds, looked at each other until they woke Jose poke it through the tip.
- Come on, we have already seen enough, I told them -. Joseph left the bar and looked back one last time to see that girl. She also looked, this time with sadness. I believe that Joseph had been in love, and the worst thing was that had fallen in love with something that belonged to the exterior. When we arrived at the hut, Joseph was changed.
- You forget - I told him.
- We are no longer like them - underpinned Cam.
NOTHING WOULD BE LIKE NOW.
One day 3:00 a.m.
All three had long lived under the ground, apparently no matter what happens on the outside ... For what? My two companions were sleeping peacefully and I had no sleep. The truth is that I wanted to do something, so I prepared my bag and left the shelter with stealth, not to awaken them.
When exiting the tunnel, I noticed a stream of cold air finally cleared, so I began walking up the track and watching the ground hours after the dream to turn a blind eye. Ribbons and stones, foot stones, dark and damp. Sometimes I worried that all this began to be normal. I do not know, I thought perhaps I should lead a conventional life, like the others. Go to school, go to the beach to sunbathe. I suppose that sometimes I think it weakened, but when I was more immersed in my thoughts my eye can train and still silent.
And Believe me, no longer thought of something else. Quiet and still. That was the description of my trains. This time the entire garage was in complete darkness, so I was not hard to move. But suddenly, the fluorescent tunnel and began to blink at a time when everything was lit, lit. I could smell the danger, he was caught, intercepted, killed ... no, could not afford. I moved quickly. Faster than any employee or police officer's world. Ago, were far behind the lights and noise. I came to an old train cornered.
Behind him, living rock, rock, the end of the tunnel. The light in front, behind the wall. Convoy got old and I look for one of its windows. Indeed, there were moving and could hear noise in the distance that some police were going from wagon to wagon. I had one last idea. The old wooden seats were built, leaving a small compartment in the open. The only option, I went inside and closed the seat. Wait ... NO ... ¡¡¡Crac! The seat is closed with me inside ... ¡¡¡fuck! ¡¡I was trapped under the seat! Outside is no longer heard anything. Was embedded in the dark, I could not move. If you breathe, as it had slots in the seat. I force it upwards. Di heavy blows to the body making damage ¡Shit! How could this happen to me ... One died in the bowels of a train died in a dead end of a tunnel dead. The only word that came to my mind .... DEATH.
[CONTINUE]
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